A continuación, los puntos que destaco:
- Paul Bohn, (...) basado en lo que ve en su práctica, cree que muchos padres harían de todo para evitarles a sus hijos el fracaso y la ansiedad más mínima. ¿El resultado? En la adultez sentirán las frustraciones normales como algo terrible. Dan Kindlon, sicólogo infantil, advierte sobre lo que él llama “nuestro malestar con el malestar”: si los niños no experimentan sentimientos dolorosos, no desarrollarán la “inmunidad sicológica”.
- Según Jeff Blume, sicólogo familiar, “un niño necesita sentir una ansiedad normal para ser resiliente. Si queremos que nuestros hijos crezcan y sean independientes, debemos prepararlos para que nos dejen algún día”.
Sin embargo, en el siguiente punto,
- Cuando los padres exclaman, “¡gran trabajo!”, no sólo la primera vez que el niño se pone los zapatos, sino cada vez que lo hace, él sentirá que todo lo que hace es especial. Si lo premian por el “buen intento” cada vez que participa en algo, nunca obtendrá feedback negativo (todos los fracasos son “buenos intentos”). Según Twenge, los índices de autoestima han crecido consistentemente desde los 80 en los jóvenes.
- Pero lo que parte como una sana autoestima puede transformarse en una visión inflada de uno mismo, muy parecida al narcisismo. De hecho, las tasas de narcisismo entre los estudiantes universitarios han crecido junto a las de autoestima. También las tasas de ansiedad y depresión. ¿Por qué? “Los narcisistas son felices cuando jóvenes, porque son el centro del universo”, explica Twenge. “Sus padres son como sus sirvientes. Les dicen constantemente lo especiales y talentosos que son. Esto les da una visión inflada de sí mismos, en comparación con otras personas. Entonces, en vez de sentirse bien consigo mismos, se sienten mejores que el resto”.
- “No saben cómo trabajar en equipo o manejarse con límites. No les gusta que el jefe les diga que su trabajo podría mejorar y se sienten inseguros si no obtienen constantes alabanzas. Han crecido en una burbuja, de modo que cuando salen al mundo real comienzan a sentirse perdidos e indefensos. Los niños que siempre tuvieron alguien que les resolviera sus problemas creen no saber cómo resolverlos. Y tienen razón, no saben”.
- “Los estudios muestran que las personas se vuelven más satisfechas cuando luchan por algo, y que aquellos que siempre necesitan tener alternativas se quedan atrás”, dice Schwartz . “No estoy diciendo que no dejen que sus hijos intenten con varios intereses o actividades. Denles alternativas, pero dentro de lo razonable. Muchos padres les dicen a sus hijos: ‘Puedes hacer lo que quieras y dejarlo cuando quieras, puedes intentar con esta otra cosa si no te sientes 100% satisfecho’. No es extraño que también vivan de ese modo cuando son adultos”. El ve esto en sus estudiantes de Swarthmore. “No pueden soportar el pensamiento de que al decir que sí a un interés u oportunidad le están diciendo no a otra cosa”.
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