Si hiciéramos una breve encuesta, podríamos encontrar una base común al estado de “estrés”. Ésta es de tipo emocional y se denomina ansiedad, la que corresponde a una reacción biológica de nuestro organismo, a estímulos del entorno que nos resultan amenazantes y ante los cuales no poseemos recursos para hacerle frente de forma adecuada. Esto supone además, dos variables psicológicas mediadoras: por una parte la valoración cognitiva de la situación (darle un valor de “amenazante”) y en segundo lugar, la capacidad de la persona para hacerle frente (estrategias desplegadas de resolución). En estas últimas, radicaría la diferencia en cada uno de nosotros al decir que estamos estresados por diversos sucesos.
Las consecuencias de un estado como este de manera prolongada, van desde la alteración de nuestras funciones cognitivas, pasando por las conductuales y también afectivas. Cundo nuestro organismo se percata de estas alteraciones y esto va de la mano de un proceso consciente, recurrimos a muchas estrategias para disminuir la sensación de malestar. Podemos obviar los síntomas, intentar olvidar, comer, fumar, callar, llorar, gritar, enojarnos, y un gran etcétera. Sin embargo, lo que realmente estamos haciendo, es desplazar la verdadera raíz del problema, sin lograr una calma eficiente, ya que nos centramos en el síntoma.
Desde el marco de referencia que propongo, la relajación se considera una respuesta biológicamente antagónica a la respuesta del estrés, que puede ser aprendida, pudiendo convertirse en un importante recurso personal para contrarrestar los efectos negativos del estrés, pero también para detenerse en el presente y observar la situación.
Por otra parte, debemos acordar que nuestro propio organismo tiene la capacidad de sanar. Es algo complejo de entender cundo nuestra tradición ha sido dejarnos en manos de otros cuando algo nos molesta o enfermamos.
Es por lo anterior, que quisiera proponer la técnica de imaginería como una herramienta ayudadora, pudiendo entenderla como agente de cambio psicológico en cada uno de nosotros. En términos generales, una imaginería es un relato verbal, donde se guía a la creación de imágenes en quien está escuchándolo. Estas imágenes son propias de cada persona y tienen diversos significados, pero lo más importante, es que permite un acceso indirecto y metafórico a la emoción encerrada en un síntoma, de modo que brinde una oportunidad para traer contenidos a la conciencia, con el objetivo de explorar en el sí mismo o, para a través de una conexión con el sí mismo, se logre el alivio de los síntomas.
La imaginería así, corresponde a una herramienta que de forma suave e indirecta, tiene la capacidad de producir alivio a ciertos síntomas con raíces emocionales. Los objetivos de esta técnica son múltiples, dentro de los cuales se pueden mencionar: Catarsis, resolución de situaciones inconclusas, resolución de conflictos, disminución de los mecanismos de defensa psicológicos en el individuo, promoción y facilitación de expresión de ciertas conductas, modificación del sistema de creencias, desarrollo y crecimiento espiritual, planificación y enfrentamiento de situaciones ansiógenas y eliminación de síntomas específicos.
Sin embargo, en este momento, describiré de manera más extensa los últimos dos objetivos mencionados, factibles de lograr a través de la imaginería.
Enfrentamiento de situaciones ansiógenas: Como situaciones ansiógenas consideraremos a aquellas que nos provocan un estado de estrés incluso antes de que ocurran; por ejemplo, rendir un examen, enfrentar un encierro, encontrarnos bajo presión, etc. En general, todas aquellas respuestas evitativas. El modo de trabajar a través de la imaginería para resolver esta sensación, es guiar al individuo a traer la situación a su conciencia, donde existen dos ventajas. Por un lado, realmente no se está dando la situación catastrófica que la persona anticipa y en segundo lugar, en la imaginería se presenta una gran versatilidad por parte del individuo, por lo que podría generalizar su conducta ampliando el rango de solución.
Eliminación de síntomas específicos: Éstos podrían tratarse de síntomas psicosomáticos, en donde a través de la imaginería puede guiarse al individuo a establecer un contacto con el órgano afectado o el síntoma en particular, para conocer qué hay más allá, que sería la consecuencia del estrés. A través de esto, es posible conocer cuál es el estímulo estresor y qué necesidad real tiene nuestro organismo para aplacar la sensación de malestar. Por otra parte, también se puede lograr una sensación de bienestar y mejoría induciendo a imágenes placenteras, donde se logre un estado de relajación y tranquilidad que la persona pueda replicar cada vez que se encuentre enfrentando un estímulo ansiógeno, de modo que logre cierto equilibrio que le permita proceder de manera más clara.
A nivel fisiológico esto es posible, ya que la imaginación emplea nuestra conciencia completamente para crear metáforas de la realidad. El proceso de imaginación gatilla, en primer lugar, imágenes, sonidos y sensaciones ligadas a emociones que están en nuestro cerebro por las experiencias que hemos vivido. Esta labor es llevada a cabo por nuestro hemisferio derecho; La imaginación continúa con el hemisferio izquierdo, que busca el significado y la causalidad de los elementos anteriores, y procesa secuencialmente los fenómenos, obteniendo como resultado una síntesis que eventualmente resuelve el conflicto.
En otras palabras, las imágenes que producimos a través de la imaginería, nos permite relevar aquellas emociones que alguna vez experimentamos (hemisferio derecho), para poder traerlas a la conciencia y a partir de allí, utilizar nuestro cerebro lógico y resolver el conflicto (hemisferio izquierdo).
A continuación, quiero compartir una imaginería que construí a partir de otras ya establecidas y que he probado en grupos y a nivel individual, con gran éxito. Pretende ayudarnos a encontrar nuestro lugar de paz interior. Es decir, si quisiéramos clasificarla, se encontraría en las imaginerías cuyo objetivo es “eliminar los síntomas específicos” del estrés, pero también es muy útil cuando queremos calmar la mente, volver a nuestro cuerpo, hacer una pausa y estar con nosotros mismos.
Antes de comenzar, se le pide al oyente que se ponga en una posición cómoda y que cierre los ojos. Luego empieza el relato.
Examine los dolores y tensiones que usted de manera habitual ignora… vea cómo son y cómo le afectan…
Estos dolores tienen la capacidad de desaparecer bajo su observación… ahora si así lo desea, puede bostezar, estirarse, cambiar de posición, etc… Hágalo.
Una vez re-acomodado(a), siéntase en el lugar que usted ha escogido y PIENSE acerca de la serenidad. Considere su valor y su utilidad en su vida actual. Alabe a la serenidad en su mente y deséela con mucha fuerza.
Evoque directamente la serenidad. Trate de SENTIRLA con la ayuda de la repetición de la palabra misma o repitiendo una frase sugestiva que se relacione, como por ejemplo “tanto el movimiento como la quietud caben en ti, serenidad”…
Ahora, IMAGINESE a sí mismo en alguna circunstancia que habitualmente le irrite o altere… y OBSERVESE y SIENTASE calmado y sereno… vuelva a intentarlo y haga que esta sensación se grabe en su organismo.
Trate y prométase permanecer sereno(a) a través de todo este día, ser un ejemplo de serenidad, irradiar serenidad…
Quédese un momento así… luego, podrá darse cuenta que sigue en ese lugar que le inspira tranquilidad… échele un último vistazo y vuelva a hacer una respiración profunda… ya será tiempo de regresar… (esperar un momento).
Ahora, agradecerá a ese lugar por existir para usted, le agradecerá a su sí mismo(a), por regalarse este momento y emprenderás camino de vuelta a esta sala, a tu ritmo, poco a poco… cuando se sienta preparado(a), puede abrir los ojos.
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