Para ello, lo entenderemos como parte de un continuo entre simpatía y antipatía, como lo muestra la figura:
Como se observa, la Empatía se encuentra en el punto de equilibrio entre dos polos. Por un lado la simpatía, que vendría a ocupar este lugar de “ponerse en los zapatos del otro” y, en el extremo contrario, tenemos la antipatía, que provoca el efecto inverso, donde nace más bien un rechazo al otro.
La empatía como punto medio, correspondería a esa posición en la que me acerco afectivamente al otro, pero sin experimentar sus emociones. Esto nos permite conservar el sentido de uno mismo y por lo tanto, el límite entre lo que es mío y lo que es del otro. En términos simples, podríamos decir que corresponde a estar en sintonía con el otro, comprendiendo su universo de significados, de manera flexible; de este modo, implica competencias, como la tolerancia, aceptación y entendimiento del hecho que el otro es una persona distinta a mí, que puede sufrir y reír por cosas distintas.
¿Qué nos permite esto? a diferencia de la simpatía y la antipatía, nos permite estar en una posición más cómoda, de apoyo y contención más real. Es como decir “comprendo totalmente tu situación (pero no estoy viviendo esa situación), por lo tanto, me encuentro en la posición de hacer algo para apoyarte o de comprender que tal cosa para ti es importante y desde allí, genera tu propio sentir”. Ojo, que ese hacer algo, no debe convertirse en un sacrificio para la persona empática… si así fuera, se pierde el sentido de la empatía, y que se rompen los límites. En esta mediación, de conocer cuáles son nuestros propios límites, es donde se inserta otro concepto importante a la hora de las complejas relaciones sociales: la asertividad. Tema para otro capítulo.
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